“Mujeres Viajeras” recomienda el paisaje desde recuerdos y vivencias
Remei Sipi, procedente de Guínea Ecuatorial, Adriana Butnariu, exiliada de Rumania y Mariel Anaya, nacida en Uruguay, han realizado para el Museo de Historia de la Inmigración de Cataluña (MHIC), una guía turística-sentimental con la que quieren aproximarnos, desde le corazón, a los recuerdos de infancia de sus ciudades de origen, para que, si visitamos estos lugares, podamos verlos a través de su mirada.
El MHIC es un museo fundado hace unos años en la monumental Masía Can Serra, al lado del río Besós, cuyos márgenes han sido reformados y han revalorizado los barrios que lo rodean, en los que principalmente viven personas procedentes de diversos países. Realiza exposiciones, charlas y convocatorias multiculturales y en este marco se presentó esta guía gratuita, producida gracias a la colaboración de la Caixa, con la presencia de dos de sus autoras, Remei Sipi y Adriana Butnariu.
“Cada año, alrededor del 8 de marzo -explicaba su directora, Imma Boj- realizamos una actividad que denominamos la ‘Hora del té’, en la que invitamos a varias inmigrantes para que nos expliquen sus costumbres y experiencias. En esta ocasión, pensamos editar la guía ‘Dones viatgeres’, que escrita en clave testimonial nos diera una idea de primera mano de lugares del mundo que pueden resultarnos completamente desconocidos. Las autoras son mujeres que nos ofrecen sus recuerdos, pero también nos orientan para el viaje a sus orígenes y nos recomiendan otro tipo de turismo, otra forma de mirar”.
En esta guía las autoras hablan de ciudades soñadas como Montevideo, que es el caso de Mariel Araya, prestigiosa socióloga que ya lleva 20 años en Barcelona, y no pudo asistir a esta charla por encontrarse enferma, que explica su vida de niña en Charqueada, el pueblo en el que vivió con su familia antes de trasladarse a la capital de Uruguay, y recuerda las calles de la ciudad vieja de Montevideo, los lugares para pasear, comer , comprar, las fiestas, etc.
Adriana Butnariu habla de los colores de la Europa del Este recordando el pequeño pueblo en el que nació: Malini, en el distrito de Suceava, al norte de Rumania. “En realidad es como si nunca hubiera abandonado mi pueblo –explica- no sé si es porque sólo llevo tres años aquí, pero es como si viviera en los dos lados. Pude hacer mi primera visita para ver a mi familia hace muy poco, y la verdad es que cuando estaba allí, sólo hablaba de aquí, y aquí con mis vecinos, sólo habló de allá. Añoro a mi gente, los colores, las costumbres, las tradiciones… me gustaría volver, pero la situación política no me lo permite”.
Ella se considera una exiliada que ha tenido la suerte de poder salir de su país junto a su marido, que encontró trabajo en Barcelona y los dos están sobreviviendo como pueden: “Nos instalamos en San Adrían del Besós, porque se parece un poco a nuestro pueblo, estamos rodeados de gente sencilla y trabajadora como nosotros”. En esta presentación, Butnariu se ha sentido muy contenta de hablar de su ciudad y de poder recomendar su visita: “Suceava es la antigua capital de Moldavia –explicaba señalándola en un mapa- y es una ciudad especial en la que se nota mucho el cambio de estaciones, la primavera esta llena de flores y prados verdes, el verano es soleado, el otoño, rojo y melancólico, y en el invierno todo es blanco”. Otra cosa original que subraya es que las “calles de mi ciudad no tienen nombre” y recuerda especialmente los pasteles tradicionales de pascua.
Remei Sipi, presidenta de la asociación de mujeres guineanas Ewaiso-Epola, lleva ya 39 años en Catalunya, y es un verdadero referente como feminista y como activista por los derechos de los inmigrantes en general, y de las mujeres en particular. Ha escrito varios libros, organiza mensualmente sesiones de teatro oral o cuenta-cuentos y el año pasado fue pregonera de las fiestas de Gràcia, barrio en el que reside.
Ella nació hace 55 años en Rebola, un pueblo de la isla de Bioko (Guinea Ecuatorial) a 9 kilómetros de la capital, Malabo. Dejó su país natal porque “Guinea aún era colonia española y obtuve una beca que me permitió desplazarme a estudiar a Cataluña”. Explica que pasar de la vida en libertad que disfrutaba en su pueblo, a encerrada en un colegio de monjas de Figueras, resultó al principio un verdadero trauma: “Por todo –explica- por la disciplina, por el encierro, por provenir de una zona rural, por el frio… pero después, me he sentido muy agradecida por lo que aprendí y por la gente que conocí. Figueras es el lugar en el que me refugio cuando busco unos días de tranquilidad”.
Sipi explica que Rebola, aunque sigue siendo un pueblo de niños y niñas que juegan felices en la calle, ha cambiado mucho desde que ella se fue. Ahora tiene un importante centro de salud, escuelas y se está construyendo un nuevo centro cultural. “El antiguo ha quedado obsoleto. Se llamaba ‘Acción Católica’ y lo coordinaban las misioneras claretianas, pero era un verdadero lugar de reunión de la gente, aunque pasaran de la religión, pero les gustaba el lugar y sobre todo era el único sitio donde se podía ver de noche, cuando la luz eléctrica era minoritaria o se cortaba día si y día también. En Guinea siempre se han practicado los cultos religiosos antiguos propios junto a los cristianos- aclara Sipi- y por esta razón se siguen celebrando fiestas tradicionales como la Fiesta del Ñame, o fiesta de la juventud, o la Virgen de Monserrat, en que se homenajea a ´La Moreneta”, porque antiguamente hubo un párroco catalán que empezó a celebrar esta fiesta”.
Aunque Remei sigue viajando regularmente a su tierra natal y añora como era hace tiempo porque no siempre algunos cambios son para mejor: “El descubrimiento del petróleo lo cambió todo. De allí se sacan unos 350 barriles diarios, el pueblo ha pasado a tener unos 600 habitantes y hay una desigualdad muy grande. Las diferencias entre ricos y pobres son impresionantes”.
Fotos: cedidas por Mony Monell
Autonomías – Cultura y arte – 14 marzo, 08 (AmecoPress)