México: Terapias de conversión, un ataque a la comunidad LGBTTI
Veracruz - México, 20 Feb.18. AmecoPress/SemMéxico.- Varios hombres arrastraron a Fabiola del Castillo, una mujer trans de 22 años, hasta lo que sería su habitación en el Anexo. Le entregaron camisas y bóxers de varón; a partir de ahí, comenzaron los días en que escuchó una y otra vez que su identidad de género estaba errada.
“En una de esas juntas, sin estar alcoholizada ni drogada, fue donde entraron a media junta y dos de los padrinos me agarraron de las manos. Entraron al cuarto, me quitaron zapatillas, bolsa y todo […] Ahí adentro y sin poder comunicarme con nadie, ¿cómo podía yo defenderme?”, narró.
Ella solo llegó a una plática a un Anexo del municipio de Veracruz, a la que su papá insistía que fuera, pero terminó tres días privada de la libertad e incomunicada, mientras intentaban convencerla que ser una mujer transexual es un error.
Gritos que hacen llorar. Encierros contra la voluntad, llenos de amenazas; exhibición frente a toda la feligresía y terapias para “curar” algo que no es una enfermedad.
Todo es parte de los “procedimientos” para personas de la diversidad sexual o del colectivo LGBTTI (Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual, Travesti, Intersexual), los cuales se han incrementado, debido a las acciones de grupos conservadores y religiosos, según la activista Jazziel Bustamante Hernández.
“La homosexualidad no es una enfermedad. La transexualidad tampoco lo es, aunque algunos siguen patologizándola […] Las iglesias están dando estas terapias. [Eso es] preocupante […] También es preocupante que pseudocientíficos estén diciendo que la homosexualidad, el lesbianismo, la bisexualidad está relacionado con las filias”, señaló.
Para Bustamante, la oferta de esos supuestos tratamientos conlleva riesgos muy graves, pues algunos viven tortura y aún en los que no, la falta de aceptación de desconocidos, familia, amigos y presuntos especialistas, puede generar enfermedades mentales e intentos de suicidio.
El terror de un Anexo
“Por parte de mi papá quisiera que yo llevara otro tipo de vida. Yo creo que no se resigna al cien por ciento al tipo de vida que llevo. Entonces, pues básicamente fue por eso y, pues, al fin de cuentas no le gusta mi vida […] Salgo mucho a antros gays. Me enrolo con amistades gays y él no ve con buenos ojos a mis amistades; él piensa que me pierde”, contó Fabiola del Castillo.
En ese Anexo, en escasos dos días, la amenazaron con cortarle el cabello y ponerle ropa de hombre; le pidieron que usara su nombre original y no como ella se identifica; le gritaron y le exigieron cambiar su identidad de género.
“Mi preferencia fue por los hombres y me gustó mi transición. Sigo en proceso hormonal actualmente y no tengo ningún trauma de por qué no soy mujer. Haz de cuenta que muchos padrinos a fuerzas querían que yo dijera ese tipo de cosas, porque gritaban, no decían, gritaban ‘Habla, ¿por qué eres gay? ¿Por qué te gustan los hombres? ¿Por qué esto? Le tienes coraje a tu hermana porque ella es mujer y tú no’,” narra Fabiola.
Lo que vivió, para ella fue un trauma. “¿Qué tipo de terapia es esta?,” se pregunta. Para Bustamante, el tipo de prácticas que Fabiola vivió son un tipo de tortura.
“Terapias” que dañan la salud
En el informe Violencia contra Personas Lesbianas, Gay, Bisexuales, Trans e Intersex en América, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) reportó tener conocimiento de la existencia de supuestas “terapias” dirigidas a modificar la orientación sexual e identidad de género, las cuales rechaza.
De acuerdo con el documento emitido en 2015, son “Casos en que las personas LGBT o aquellas percibidas como tales son sometidas a supuestos tratamientos psicoterapéuticos, internadas en ‘clínicas’ o campamentos y víctimas de abuso físico […] que diseminen información basada en evidencia científica y objetiva sobre el impacto negativo que tienen estas ‘terapias’ en la salud.”
Fabiola concuerda en que esos lugares deberían cerrarse. “Ahí donde estuve —no sé si sea cierto— […] escuché que había un chico que estaba encerrado no por drogadicto ni por alcohólico, simplemente lo encerraron sus papás porque es gay”, contó.
En su caso, les advirtió que estaban cometiendo un secuestro o privación ilegal de la libertad, ya que tiene 22 años y en ningún momento consintió su internamiento. “Yo le dije: es ilegal. Soy mayor de edad, no estoy drogada ni tomada. Daban a entender que yo tomaba, porque tenía traumas por no poder ser mujer, y yo les decía: yo soy feliz así”, recuerda.
Para salir, recibió ayuda para hacer público su caso. Solo así, el Anexo permitió que otra persona firmara el “permiso” con el que recuperó su libertad. La página de internet del grupo de Alcohólicos Anónimos se deslinda de este tipo de hechos, ya que —asegura—no cuentan con anexos, granjas ni otros establecimientos de 24 horas.
Se buscó a personal de la Secretaría de Salud de Veracruz para conocer su trabajo al respecto de los Anexos, pero no hubo respuesta de la Coordinación de Comunicación Social del Gobierno del Estado.
El caso de Fabiola podría no ser único, ya que la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas realizó una encuesta en 2015 donde el 2.12 por ciento de las personas dijeron haber estado internadas contra su voluntad en establecimientos de salud.
Esa práctica está asociada con la patologización de la diversidad sexual y con pretensiones de la “normalización de personas que no se reconocen o identifican con orientaciones sexuales e identidades de género herteronormativas y dominantes”, indica la Investigación sobre la atención de personas LGBT en México de la CIDH.
“Se suma a esto la condena a la sexualidad sin fines reproductivos, incluida la homosexualidad, impuesta desde la influencia de la religión católica”, añade el documento.
Prácticas apoyadas por iglesias
La imagen de un santo ante el cual paraban a Fabiola, se sumaba a los reclamos por ser una mujer transexual, lo que indica cómo las religiones participan en las “terapias”. Por ejemplo, los católicos tienen un pastoral que dicen promover la castidad entre las personas de la comunidad LGBTTI.
Los evangélicos en Veracruz han señalado tener una “cura” para la homosexualidad, aunque no es considerada una enfermedad desde 1990, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ninguna de esos cultos hace referencia directa a la transexualidad.
“Fueron homosexuales o están ahorita en tratamiento, en pláticas, en las iglesias. Sí las hay [personas ‘curadas’]. Se les habla y se les intenta ayudar en su identidad y se les hace la invitación. Ellos tienen la libertad de asistir, de estar o no estar, pero tenemos mucho respeto para todos ellos", declaró hace cuatro años Guillermo Trujillo Álvarez, de la Red Evangélica de Veracruz, ante medios de comunicación.
Inclusive, la activista, Jazziel Bustamante Hernández vivió ese tipo de situaciones cuando recién comenzaba su transición. “Me exorcizaron. ¿Por qué exorcizar? Porque cada domingo me pasaban al frente de la célula […] me ponía la mano aquí enfrente [en la cabeza] y empezaban a hacer oración con cantos y con gritos para que salieran lo demonios. Hay un momento en que en verdad te crees que estás enferma”, narró.
Para ella, el surgimiento y mayor movilidad de grupos conservadores ha provocado que este tipo de “terapias” podrían aumentar aún más. “Hay que dejar muy claro que muchos de los suicidios de jovencitas, de jovencitos de la diversidad sexual tienen que ver con el rechazo social […] que, aunado a esa culpa, te hace ser enferma, enfermo. Conlleva a que muchas o muchos se suiciden”, advirtió.
Fotos: Archivo AmecoPress y SemMéxico.
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Sociedad – Sexualidades – Salud y género – Homofobia – Transfobia – Religiones – Derechos Humanos. 20 feb. 18. AmecoPress.