El acoso sexual en lugares públicos: entre la invisibilidad y el sensacionalismo

20 de junio de 2014.

Por Ximena Salazar

Sociedad | Opinión | Violencia de género | Acoso sexual | Lima - Perú | Estudios de genero



"El acoso sexual en lugares públicos ha sido y sigue siendo una práctica cotidiana en el mundo entero, y adopta formas muy variadas (piropos, ofensas verbales, tocamientos, exhibicionismo, entre otras)"


Lima, 20 jun. 14. AmecoPress.- Desde hace unas semanas el tema del acoso callejero, en todas sus modalidades, sigue siendo tema principal en la agenda.

El caso de acoso sexual experimentado por la actriz Magaly Solier en el Servicio Metropolitano de Lima, ha generado las más diversas reacciones en las autoridades (y candidatos), tanto nacionales, como locales, sobre un problema cotidiano del cual, hasta el hecho en cuestión, poco o nada de importancia se le había dado. Las principales propuestas para combatirlo han sido un tanto efectistas y poco aportan a lo que miles de mujeres, en todo el Perú, viven cotidianamente.

Que las mujeres nos defendamos con armas punzocortantes ante el acoso, traslada la responsabilidad de su erradicación a las propias mujeres; y que existan buses “especiales” sólo para mujeres desconoce el hecho de que peruanos y peruanas debemos convivir en igualdad y respeto.

Poco se conoce en realidad sobre el acoso (sexual) en lugares públicos, poco se habla de sus causas y consecuencias a nivel social y sobre su origen. Y nuestras autoridades, más allá del efecto, no indagan para buscar mejores soluciones para prevenirlo.

El acoso sexual en lugares públicos ha sido y sigue siendo una práctica cotidiana en el mundo entero, y adopta formas muy variadas (piropos, ofensas verbales, tocamientos, exhibicionismo, entre otras). En nuestro país, hasta el caso de Magaly Solier, ha venido siendo un fenómeno invisible que, de hecho, forma parte de las interacciones cotidianas que afecta la vida de muchas mujeres. El acoso sexual en lugares públicos es un evento transitorio, disimulado, oculto y silencioso pero también tan normalizado que es muy difícil de asir, a menos que se denuncie a viva voz en el momento en que ocurre. Si bien se dirige, en la mayoría de los casos, a las mujeres adultas, también lo experimentan niñas, niños, adolescentes, varones homosexuales y mujeres transgénero.

Resulta obvio que, debido a esta invisibilidad, las políticas públicas peruanas para prevenirlo y sancionarlo no estén suficientemente desarrolladas, lo que ocasiona, entre otras cosas, su permanencia y el silencio de quienes son afectadas/os. Tampoco ha recibido interés por parte de la Academia. Se trata de un fenómeno poco investigado. Y si no conocemos el fenómeno no sabremos las formas que este delito adopta, los efectos que ocasiona, y la magnitud de su existencia; así las propuestas de prevención y eliminación continuarán siendo tan generales y poco efectivas como las que hemos escuchado hasta el momento.

Únicamente importantes iniciativas ciudadanas como “paremos el acoso callejero”, o testimonios de artistas afectadas, e incluso opiniones absurdas como las de Joyce Guerovich, generan un interés efímero por el tema; pero no llegan a concretarse en legislaciones para castigarlo y aminorarlo.

A propósito del tema, un estudio realizado en la Ciudad de México, da luces sobre el tema y se presenta aquí como evidencia de investigaciones posibles de realizar en Perú que ayuden a quitarle anecdotismo al tema y se pase seriamente a la acción.

Gaytan Sánchez [1] define el acoso sexual como “una o varias interacciones focalizadas cuyos marcos y significados tienen un contenido alusivo a la sexualidad, en las que la actuación de al menos uno de los participantes puede consistir en aproximaciones sexuales indirectas (empleo de símbolos, mensajes escritos, silbidos a distancia, material pornográfico, soborno sexual, acercamientos, miradas, susurros y contactos físicos o proposiciones y comentarios sexuales que no son autorizados ni correspondidos, generan un entorno social hostil y tienen consecuencias negativas para quien las recibe. Es posible que involucren diferencias de jerarquía y estatus, y necesariamente implican un desequilibrio en las relaciones de poder entre los individuos que puede ser contrarrestado o no durante la misma situación. Ocurre en diferentes medios” (pág. 11).

En relación específicamente al acoso sexual en lugares públicos, la autora analiza las condiciones del medio físico donde se desarrolla. Lo denomina “inabarcable” en el sentido en que se da en espacios urbanos sobrepoblados, de alta densidad, donde las interacciones son fugaces (miradas y contactos breves), pero donde paradójicamente se presenta una aceleración de la comunicación y los mensajes (carteles, radio, música, ventas callejeras etc.).

El lugar público [2] donde se desarrolla el acoso sexual podría concebirse más bien como un “no lugar” [3], como espacio anónimo y deshumanizado donde las personas transitan sin interesarse por la colectividad, donde no existe la convivencia. Estas son, según la autora del estudio, las características que permiten que las personas reaccionen con “indiferencia, desconfianza e inaccesibilidad ante cualquier eventualidad, lo que les permite sobrevivir a esta gran exposición de interacciones a las que se encuentran expuestas cotidianamente cuando se desplazan” (pág.14). Es interesante lo que menciona la autora, y que coincide con la situación del Metropolitano; a saber: la velocidad con la que se realizan los transbordos y los trayectos sin hablar, permiten esa evanescencia del acoso sexual que ocurre en los breves momentos de un viaje. Este significado, difícilmente aprehensible, en palabras de la autora, es lo que finalmente deja a la afectada en situación de shock y sin poder reaccionar.

Menciona, por otro lado, la relevancia que puede tener escuchar las ideas que tiene la gente sobre el acoso sexual en lugares públicos, el que ya hemos dicho, se encuentra plenamente normalizado. La autora ha identificado un elemento ideológico fuertemente desligado de lo que sucede en la realidad; por ejemplo, las personas poseen una gran cantidad de justificaciones para la existencia del acoso sexual en lugares públicos, lo cual revela que no existe una conciencia de la gravedad del problema. Según este estudio las personas asocian el acoso sexual a formas de cortejo, o atribuyen su existencia a determinadas formas de vestir.

Generalmente se cree que el acoso sexual es realizado por personas de poca instrucción, por personas “enfermas” o por personas que desempeñan oficios rudos, como los albañiles o mecánicos. Nada más lejos de la realidad: el acoso sexual puede ser perpetrado por cualquiera, de hecho, es más frecuente de lo que se podría pensar, y el silencio social y su tolerancia constatan que se trata de un problema social y no de patologías psicológicas individuales. La investigadora define cinco grandes tipos de acoso sexual en lugares públicos: el acoso expresivo, el verbal, el físico, las persecuciones y el exhibicionismo. Todos constituyen experiencias desagradables para quienes son afectadas/os. No obstante la percepción es que unos tipos son menos graves que otros. La gravedad depende, sin embargo, de los contextos en los que se da cada situación. Por ejemplo el piropo suele ser ofensivo, por más “galante” que parezca.

De acuerdo con la autora, el acoso sexual en lugares públicos involucra el poder socialmente otorgado a los varones en el espacio público. Aquí es importante mencionar otro estudio que muestra, con razón, que los hombres se han apropiado de los lugares públicos desde el momento en que los orinan y escupen [4].

Al momento en que el acoso sexual se desarrolla, se produce un desequilibrio que se manifiesta en temor, vergüenza, rabia e indignación, pero que genera una paradoja en la impotencia para defenderse y en la incapacidad de denunciarlo. La autora ha identificado algunas formas de resistencia de las mujeres para restablecer este equilibrio; éstas pueden ser abiertas y evidentes como la confrontación, (que por cierto no es frecuente); pero también pueden ser ocultas (cuentos de venganza, insultos silenciosos, cólera reprimida y otras). Las consecuencias psicológicas que genera son la pérdida del control, la pérdida de la autoestima, el incremento en la inseguridad y desconfianza hacia los hombres desconocidos y, lo que es más importante una sensación de culpa que puede hacerlas tomar decisiones en cuanto a su forma de vestir y cambiar los lugares por los cuales caminar, así como la libertad de salir solas a la calle [5].

Coincidimos en que es sólo a través de este tipo de investigaciones que se puede lograr comprender el acoso sexual en toda su magnitud. Lo que debe quedar claro es que el acoso sexual en lugares públicos constituye una forma de violencia y no tiene que ver con patologías individuales; sino con la existencia de representaciones sociales en relación a hombres y mujeres producto del machismo y del sexismo. La Academia tiene preguntas para responder en este sentido: ¿cómo se está desarrollando la socialización en el entorno urbano de una ciudad como Lima?, ¿Qué rol ocupa el acoso sexual en lugares públicos en la construcción de nuestra sociedad? ¿Qué tipo de relaciones de género y poder están detrás de este fenómeno? Finalmente las autoridades nacionales y locales deben generar políticas públicas eficaces, realistas en conjunto con la Sociedad Civil y la Academia; de lo contrario seguiremos en el limbo de las buenas intenciones, las propuestas efectistas y las políticas infructuosas.

Sobre la autora

Ximena Salazar es Antropóloga y se desempaña como investigadora en la Unidad de Salud Sexual y Desarrollo Humano de la UPCH y en el Instituto de Estudios en Salud y Desarrollo Humano (IESSDEH).

Notas

[1] Gaytán Sánchez, Patricia. (2007). El acoso sexual en lugares públicos: un estudio desde la Grounded Theory. El Cotidiano [en línea], 22 (mayo-junio): [Fecha de consulta: 13 de junio de 2014] ISSN 0186-1840

[2] Estoy de acuerdo en el concepto de lugar público y no espacio público al escenario donde se desarrolla el acoso sexual; ya que espacio público denomina espacio de interacción social y política, donde se expresa la ciudadanía. El lugar que las mujeres ocupan en este espacio es materia de otra discusión.

[3] Augé, Marc (1993). Los no lugares: Espacios del anonimato: Antropología de la sobremodernidad. Barcelona: Gedisa.

[4] Vallejo Rivera, Elizabeth. (2013). La violencia invisible: acoso sexual callejero en Lima metropolitana.

[5] Fenómeno que ha observado también Vallejo en su investigación.

Foto: Archivo AmecoPress.

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Sociedad – Opinión – Estudios de género – Violencia de género – Acoso sexual. 20 jun. 14. AmecoPress.

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