Cuba: La violencia está, el cambio lo ponen las personas

4 de junio de 2014.

Por Raquel Sierra

Internacional | Opinión | Violencia de género | Maltratos | La Habana, Cuba.



“En el proceso de sensibilización, motivamos a las personas para que reconozcan la violencia -muy naturalizada-, y esa empiece a ser una preocupación del ser humano: ese tipo de comportamiento que se vive a nivel de familia, institucional, vecinal o barrial y que, a veces, ni se dan cuenta que existe”


La Habana, 02 jun. 14. AmecoPress.- Aunque sin las cifras alarmantes de otras naciones, ni las noticias espeluznantes de mujeres asesinadas por sus parejas, Cuba no escapa de la violencia, ya sea del solapado maltrato psicológico hasta las humillaciones verbales o los chantajes sexuales y económicos.

Hace unos años, la cubana Zulema Hidalgo, como parte de su trabajo comunitario, dedicó muchas horas a dialogar con mujeres sobre autoestima en el Taller de Transformación Integral del Barrio Atarés-El Pilar, uno de los proyectos de desarrollo comunitario que funcionan en la capital cubana, de 2,2 millones de habitantes. Lo aprendido allí, en la sensibilización y capacitación sobre la violencia, lo compartió con quien quiso escucharla y con personas que reclamaron su ayuda para llevar esas experiencias a otras comunidades, donde la violencia clava su garra.

Ahora lo sigue haciendo como coordinadora del Programa de Género y Violencia, del Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero (OAR), organización de inspiración cristiana, sin ánimo de lucro ni proselitismo religioso, que tiene como objetivo esencial contribuir al desarrollo social sostenible y promover una cultura de paz basada en la participación, la solidaridad, el respeto a la diferencia y a la integración social.

Hidalgo ha saltado las fronteras de la ciudad y va por el país dialogando, reflexionando, compartiendo ideas, conceptos y vivencias que contribuyan a mejorar la vida de las personas con un principio que defiende el grupo: propiciar la comprensión de los problemas y sus soluciones desde las propias capacidades de las personas involucradas.

¿Por qué crees tan importante el trabajo en la comunidad?

Para OAR son muy valiosas las iniciativas que se generan en los procesos de capacitación y sensibilización. En primer lugar, recogen las necesidades sentidas de las comunidades; en segundo, son una manera de que estos grupos humanos protagonicen sus procesos; y tercero, porque es la única forma de que se noten la preparación para el cambio, el entrenamiento para vivir mejor, la capacidad de la comunidad de gestionar su desarrollo y transformación, que parte tanto desde el elemento individual como de la colectividad.

Es importante iniciar procesos desde la base, que involucren a los gobiernos locales, a las instituciones, la escuela y los centros de cultura. Eso significa que hay una integralidad y nos estamos acercando a la articulación deseada para que la ciudadanía aprenda a resolver sus problemas y se haga partícipe de las soluciones, con el acompañamiento de varias organizaciones.

¿Cómo trabajar la violencia?

En el proceso de sensibilización, motivamos a las personas para que reconozcan la violencia -muy naturalizada-, y esa empiece a ser una preocupación del ser humano: ese tipo de comportamiento que se vive a nivel de familia, institucional, vecinal o barrial y que, a veces, ni se dan cuenta que existe. Un segundo momento es la capacitación.

OAR aporta herramientas que contribuyen a la multiplicación y a apropiarse de una metodología, pero el sentido es que las personas, desde esa mirada consciente de que existe el problema, hagan propuestas de cambio, que algunas veces surgen espontáneamente y otras, parten de sus líderes.

¿Se perciben los resultados del trabajo en las comunidades?

En el trabajo que desarrolla el grupo desde hace años se ven muestras del cambio de actitud, de la vida de la gente. Por ejemplo: ¿cómo las mujeres han experimentado crecimiento personal en ese tema que tanto las azota? Hacen un despertar sobre la violencia doméstica e intrafamiliar y en cómo involucran a su familia en esos procesos.

También se ve en los hombres. Ellos se sienten parte del problema, hacen propuestas, se les ve deseos de cambiar algo que han vivido toda la vida. Eso cuesta, pero se ven los esfuerzos: el solo hecho de que participen frente al público es ya indicador. Además, cuando vas al medio familiar, cuentan: "antes todo lo resolvíamos lanzándonos las cosas, ahora no…"

¿Los avances se notan también en otros aspectos?

Sí, en algunas comunidades se ven cambios en la disciplina escolar de estudiantes de enseñanza primaria y secundaria que han mejorado su conducta dentro de la escuela, a partir de un proyecto de artes plásticas.

Seguimos de cerca los casos de mujeres que retiraban las acusaciones cuando eran víctimas de la violencia, y ahora las mantienen. Eso significa que hay un cambio en la conducta, que se ve también en el incremento de las que se acercan a las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia buscando apoyo y consejos y haciendo denuncias de la violencia silenciada.

Las mujeres acuden a los espacios que se han creado para trabajar la autoestima y otras actividades preventivas y esos son indicadores que hablan de que hay un despertar, un interés. Mientras tú no tienes conciencia y estás viendo que es natural para ti y hay alguien que te dice: "eso no es natural", es suficiente para darnos cuenta de que el trabajo que se hace vale la pena.

Foto: Archivo AmecoPress.

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Internacional – Opinión – Violencia de género – Maltratos. 02 jun. 14. AmecoPress.

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