Coeducación: la asignatura pendiente
La falta de toma de conciencia entre la población adulta hace que se reproduzcan los roles sexistas entre las nuevas generaciones a pesar de los esfuerzos
Madrid, 02 sep (10). AmecoPress. Los grandes avances alcanzados en el reconocimiento de la igualdad entre hombres y mujeres han ido más rápido que el cambio de mentalidades. Este retraso en la toma de conciencia repercute en la formación de las nuevas generaciones, donde a pesar de los esfuerzos de algunas instituciones y profesionales de la educación, los estereotipos y las desigualdades persisten y se reproducen delante de nuestros ojos, incapaces de verlo. La coeducación trata de que niños y niñas puedan en el futuro disfrutar de la igualdad que por ley se les reconoce.
Numerosos niños y niñas comienzan este mes su formación académica. En los próximos años aprenderán a leer, a escribir, a sumar y a restar. Acumularán conocimientos que determinarán en gran medida su futuro papel como miembro de la ciudadanía.
En las primeras etapas de la educación, niños y niñas se conocerán también a sí mismos, en relación con el entorno y con sus semejantes. Este aprendizaje no entra en ninguna materia concreta, no lo verán en su horario semanal y, sin embargo, los valores y los comportamientos que adquieran serán determinantes el resto de su vida.
Se trata del “currículo oculto”, precisamente porque no se ve. Dentro de este mismo proceso se reconocerán como hombre o como mujer, y la forma en que lo hagan determinará el significado y los efectos de su condición de género en el futuro.
Nacemos con sexo, pero no con género
Emma Lobato, psicopedagoga y profesora de infantil, ha investigado el proceso de toma de conciencia de la identidad de género en niños y niñas de entre 3 y 5 años de edad. De su experiencia y sus observaciones destaca cómo en un periodo tan corto de nuestra vida, del que luego además apenas recordaremos nada en la edad adulta, la identidad de género se convierte en una cuestión de distanciamiento entre niños y niñas.
Entre el alumnado de 3 años, Lobato destaca que no se suele dar apenas distinción de género, y que niños y niñas comparten el espacio y el juego sin ser muy conscientes de su condición sexual y sin darle importancia.
“Los más pequeños expresan su gusto por el rosa, en las niñas, y el azul, en los niños, pero nada más”, coincide Virginia López, educadora social del Centro para la Educación y el Ocio Infantil y Juvenil Achalay, quien recientemente ha puesto en práctica varios programas de coeducación en un campamento de verano.
Sin embargo, ya entre el alumnado de 5 años, Lobato tiene que intervenir para que los grupos de juego sean mixtos, porque espontáneamente tienden a reunirse los niños por un lado y las niñas por otro. Incluso después, para mantener la atención de todo el grupo, tiene que promover juegos no asociados a uno u otro género. Por ejemplo, si un niño juega a dormir a un muñeco, una niña se lo quita porque “no lo sabe dormir, le despierta”. O si quieren jugar a las construcciones, trata de introducir personajes porque si no las niñas se aburren.
Expectativas diferentes
En el origen de esta conducta están las propias familias. Antes de nacer, ya estamos condicionados, porque en el mismo momento en que el padre y la madre conocen el sexo de su futuro bebé se generan una serie de expectativas.
Lobato ha comprobado que decoran la habitación con flores, tonos claros y objetos como peluches de aspecto suave si es una niña; juguetes como las cocinitas y las cosas del hogar son atribuidos también sólo a ellas, e incluso en el lenguaje, en la forma de nombrar el entorno, se producen diferencias, siendo mucho más frecuentes los diminutivos para hablar con las niñas.
Sin embargo, madres y padres siempre manifestarán que educan de la misma manera a un hijo que a una hija, y estarán convencidos de ello. Las divergencias calan tanto en nuestras mentalidades que resulta muy difícil desenmascararlas.
Reproduciendo los roles
La imposición de roles no termina ahí. El personal educativo también va a tener un papel decisivo en la formación de la identidad de género, muchas veces sin ni siquiera darse cuenta. “Si una niña se cae al suelo, tiendes a consolarla, mientras que al niño se le exige que sea fuerte”, señala esta psicopedagoga, lamentando la reproducción inconsciente de los mismos roles que en la sociedad adulta. “En la escuela somos personas las que educamos”, justifica, haciendo referencia al obstáculo que supone la propia interiorización de los roles sexistas.
Alerta también sobre los materiales didácticos, herederos aún con relativa frecuencia de la sociedad patriarcal. “Hace falta una cierta conciencia para darse cuenta. Cosas como que todavía se vean dibujos en los que el niño aparece con un pene dibujado donde la niña no tiene nada. ¿Dónde está la vulva?”.
Materiales didácticos en construcción
Durante una semana, López ha puesto recientemente en práctica varios programas de coeducación entre menores de 3 a 12 años. En uno de ellos, niños y niñas participaron en una gymcana en la que desarrollar habilidades como la expresión de los propios sentimientos, el ejercicio de los cuidados y la realización de las tareas del hogar. Entre las actividades propuestas tenían que doblar la ropa o cambiar el pañal a un bebé. “Es esta práctica son muy evidente los roles”, señala López, que no se sorprendió cuando vio que las niñas demostraron más naturalidad en las tareas que los niños.
Otra de las actividades consistía en reconocer la identidad de género a través de la lectura y reflexión de un cuento titulado Rosa Caramelo, que puede consultarse en Internet. Es un relato sobre una elefanta que descubre las cosas que se espera de ella y aquellas que no puede hacer por su condición de hembra y, descontenta, termina por enfrentarse a ello.
“Se trata de hacerles entender que cada uno puede construir su forma de ser independientemente del género”, explica López, aunque en este caso concreto le parece que está demasiado estereotipado, que “asfixia la cuestión de género” y no llega a los niños y niñas. A veces, añade, “damos por hecho como piensan”, en vez de generar su implicación para descubrirlo.
Los roles de género están tan arraigados que, a pesar de los esfuerzos, quedan cuestiones pendientes de resolver. “En la perspectiva de la coeducación, en la elaboración de los materiales, la mujer tiene papel de víctima, pero no se tiene en cuenta que también el hombre lo es”, considera López. Una de las grandes sorpresas en su experiencia vino con la expresión de las emociones. Esta educadora social se dio cuenta de que los niños sufrían un bloqueo al tratar de expresar sus sentimientos. “Los niños, con tan sólo 5 años, no eran capaces de dar o de recibir caricias”.
Lo corrobora Lobato, para quien al niño se le construye en oposición a lo femenino y obedeciendo a una serie de restricciones. “Ser amanerado se asocia con la condición sexual y se rechaza de plano, cuando no tiene nada que ver”. Otro ejemplo: puede que un niño juegue con una muñeca de su hermana, pero muy probablemente no le regalen una propia. Lamenta además que el material didáctico utilizado y disponible para promover la coeducación es escaso en la etapa infantil, precisamente en el momento inicial de la toma de conciencia de la identidad de género. “Se sacan más materiales para primaria y secundaria. Se empieza siempre tarde”.
Un discurso que no cala
López ha percibido que “en torno a los 8 años se saben el discurso de la igualdad de memoria”, tal y como se lo han contado en la escuela, “pero no lo han interiorizado, no lo ven”. Para ella, tratar con esta parte del alumnado es lo más complicado, “están más cerrados porque lo dan por asumido cuando no es el caso”.
En el inicio de la adolescencia se repiten las dificultades, sobretodo entre ellas. “Intentan asumir parte del rol masculino, pero no les convence”. Responde más a la presión recibida que a una iniciativa natural. “Les lanzamos un discurso que luego no experimentan”, reflexiona López, cuando lo interesante sería “dejarles un espacio para que creen su propio modelo” frente al cotidiano.
Lo mismo se encuentra Beiro, directora del IES Cuenca del Nalón, pionero en coeducación en España. Destaca sobretodo la dificultad de trabajar con los grupos más jóvenes al estar su identidad aún en formación. “Los chicos enseguida se ponen a la defensiva”, advierte. “Hay que introducir el tema con naturalidad, con sutileza, sin que se den cuenta, mientras que a los más mayores ya puedes tratarlos de frente”, planteando abiertamente el análisis de determinadas situaciones.
Los roles diferenciados son más rentables
Junto a la familia y la escuela, destacan los estragos causados por la agresiva sociedad de consumo desde las primeras etapas de la vida. Los catálogos de juguetes, por ejemplo, tienen unas páginas pintadas de rosa para mostrar los productos para ellas, de las cuales los niños “aprenden” que no deber escoger juguetes porque son “femeninos”.
“En realidad son los mismos: un walkie-talkie o una bicicleta que para ellas se pinta de rosa y para ellos de camuflaje; es una estrategia de ventas, así no lo pueden compartir. Un niño no lo va a heredar los juguetes de su hermana o de su prima porque son de niña. ¿Por qué no lo pintan todo de rojo en su lugar?”, reflexiona Lobato.
Para la investigadora esta situación ha cambiado de forma brusca desde los años 70. “Ahora los bebés son bienes escasos y por ello preciados: se compra todo nuevo para ellos, no se va a reutilizar”, destaca. También se aprecia la diferencia en la explotación de los estereotipos de cara al mercado adulto. “Ahora, con cinco años las niñas ya se maquillan, tienen brillitos y demás. Antes por lo menos empezaban más tarde”.
Igualdad en las paredes
El IES Cuenca del Nalón destaca como pionero y cuenta ya con dos Premios Irene, en reconocimiento a su labor por la coeducación. En las clases de historia de este centro se destaca el papel de las mujeres, y en matemáticas los enunciados no discriminan ni silencian su existencia. En 2006 catorce de sus docentes consiguieron el primer premio por la iniciativa común, y en 2009 han repetido dos de sus profesoras, Marta Beiro y Amada Fernández, por la incorporación de la perspectiva de género como parte de la materia que imparten, en las clases de dibujo.
Para desarrollar su proyecto con éxito, el profesorado más implicado recibió formación en coeducación durante tres años. “Nos apuntábamos a todo lo que había de coeducación. Igual que otros se especializan en otros temas, nosotros lo hicimos en éste”, explica Beiro.
Directora del centro, subraya que la formación no se limita al aula. “Trabajamos también el espacio, el entorno”. En este sentido, el centro se decoró con reinterpretaciones de obras de artistas mujeres realizadas por el alumnado para dar a conocer a figuras femeninas habitualmente invisibilizadas.
La acogida no ha sido la misma por parte de todo el profesorado, no todo el mundo tiene la misma sensibilidad ni es tan receptivo. “Cuando entré como directora oía sarcasmos. Ahora, la gente va entrando por el aro”. Aún así, estas discrepancias ponen en peligro la continuidad de los programas, algo que ocurre en muchos otros centros. “En Asturias hubo un “boom” de coeducación, pero no sé si la gente se cansa, o piensa que ya está asumido, pero se relaja. Hay que mantenerlo”, mantiene.
Fotos: archivo AmecoPress
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Pie de foto: 1) Pasillo del IES Cuenca del Nalón, con una obra reinterpretada por el alumnado de Artemisia Gentileschi; 2) Emma Lobato; 3) Imagen del cuento Rosa Caramelo; 4) Pasillo del IES Cuenca del Nalón con otra obra reinterpretada por el alumnado de Gentileschi
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Estado Español - Coeduación - Las Jóvenes - Género y Desarrollo; 02 septiembre (10), AmecoPress