Protagonismo femenino en la construcción de alternativas al franquismo

30 de octubre de 2007.

Por Julia López

Autonomías | Barcelona | Política y género



Mariona Petit fue militante antifranquista y explica su experiencia en la famosa “capuchinada” de 1966


La historia del antifranquismo, desde los años 60 hasta las primeras elecciones democráticas es todavía bastante desconocida por el gran público. En Barcelona se  han realizado las primeras jornadas sobre este tema, que han reunido a hombres y mujeres para explicar  su experiencia, las movilizaciones y su actividad ‘clandestina’ diaria, en la universidad, en el movimiento obrero y en los barrios.

“La Cataluña actual no se puede comprender sin el trabajo hecho por los movimientos políticos y sociales clandestinos o no, que se enfrentaron al régimen franquista y que trabajaron por la construcción de una sociedad alternativa” explicaba en su intervención, Francisco Fernández Buey, profesor universitario y actual director del Centre de Estudios sobre los Movimientos Sociales, que ha organizado estas primeras jornadas de las historia del “antifranquismo”.

“Mediante  el estudio y el análisis de las publicaciones de aquella época junto a la experiencia vivida por algunos de sus protagonistas, hemos podido recuperar ideas y actuaciones, pensamiento y acción, así como poder valorar en su justo término la tan olvidada contribución de las organizaciones sociales a los cambios políticos que han ido configurando  el establecimiento de la democracia en nuestro país”.

Mariona Petit, actualmente profesora de matemáticas en un Instituto de Barcelona, fue una de las ponentes de estas jornadas celebradas en la Universidad Pompeu Fabra, y participó en la mesa sobre “La subversión de los estudiantes” junto a Fernández Buey y a Josep Maria Fradera: “Aunque yo era muy joven, solo llevaba 6 meses en la universidad, me toco asumir un protagonismo que nunca hubiera imaginado”. Petit reconoció a AmecoPress que conserva “un recuerdo emocional precioso de aquella etapa de lucha estudiantil y unitaria”.

Entre le 9 y el 11 de marzo de 1966 permanecieron encerrados en  el convento de los capuchinos de Sarrià unos 500 estudiantes y algunos de los intelectuales más destacados de Cataluña. Participaban en la creación del Sindicato Democrático de Estudiantes (SDEUB), y fueron cercados por la policía.

“Cuando se quiere recordar la ‘Capuchinada’, siempre me llaman a mi o a Margarita Obiols, aunque en los Capuchinos de Sarria, un 15% de los encerrados éramos mujeres. Lo que es muy buena proporción, si se tiene en cuenta que en aquel momento las estudiantes no llegábamos al 25%” explica Petit.

“Casualmente, nosotras dos éramos de las más jóvenes y nos habíamos ocupado de adecentar el espacio, colgar cortinas, alquilar sillas… -sigue relatando Mariona Petit- así que a las 5 de la madrugada, cuando los frailes vieron que era imposible salir de allí, con la policía rodeando el recinto, nos buscaron para que nos ocupamos de la logística alimentaría. Repartimos una cena improvisada con lo que nos facilitaron en la cocina del convento, y se ve que lo hicimos tan bien, que los siguientes días seguimos encargándonos de las comidas y de las cenas. Por  esos misterios de la memoria histórica -recuerda Petit- las dos hemos quedado como las principales testigos de este hecho histórico”.

En la vanguardia y en la retaguardia

“Estábamos convencidos de que hacíamos la revolución -continúa la profesora- y que íbamos a conseguir no solo acabar con el franquismo sino darle la vuelta al sistema. En aquella etapa chicos y chicas trabajábamos juntos por lo mismo, codo con codo. Lo más importante era la ‘lucha’ y por supuesto, no nos sentíamos inferiores a ellos, sino completamente iguales. Si es verdad que nos dábamos cuenta que eran ellos los que dirigían el cotarro, tomaban decisiones y nos mandaban de aquí para allá, pero en entonces no lo teníamos en cuenta, asegura Petit.

“Aunque sin tener una conciencia clara, yo era muy feminista entonces” matiza Petit. “Al casarme con una persona de fuera de Cataluña me arriesgaba a perder los privilegios de separación de bienes del sistema catalán y a convertirme en dependiente de mi marido para todo trámite oficial. Así que de un día para otro Javier paso a llamarse Xavier, se catalanizó, y se empadronó en Barcelona. Eso si que fue para mi una prueba de amor. Aún seguimos juntos y tenemos 2 hijos, pero como muchas profesionales de aquella época no empecé a darme cuenta de la discriminación hasta que empecé a trabajar como profesora en un Instituto”.

Según Petit es imposible comprender la historia de esta etapa, si no se tiene en cuenta como se consideraba a las mujeres en los años 65 y 66. El hecho de poder participar en el proceso de cambio, aunque en un papel subsidiario ya era un paso muy importante. “Del 65 al 70 hubo un cambio fundamental de mentalidad entre la progresía. Visto desde la perspectiva actual, está claro que las mujeres nos manteníamos en todos los campos detrás de los hombres, y sobre todo detrás de los líderes, que para nosotras en aquel momento eran como superhombres. Casi siempre nos encargábamos de las tareas de intendencia y organización, hacer copias con el ciclostil, distribuirlas, buscar lugares seguros de reunión, conectar y ayudar a los presos, hacer proselitismo, etc.

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Fotos: AmecoPress y cedidas por Guillén Martínez

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Autonomias – Política y género – 30 octubre, 07 (AmecoPress)

Documentos

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Mesa de la creación del Sindicato de Estudiantes (1966) | caputxinada66.jpg
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