Cuba: Mujeres detrás de las cámaras
La Habana, 30 ago. 10. AmecoPress/SEMlac.- Algunas han sido reconocidas editoras de cine, otras se han destacado como diseñadoras de vestuario o en las artes del maquillaje, y no faltan las que han hecho época y sentado cátedra como realizadoras de documentales.
No son pocas las mujeres que, desde diversos lugares, se han vinculado al cine en Cuba, pero lo cierto es que apenas dos, en 50 años, han llegado a dirigir un largometraje en el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC): Sara Gómez hizo De cierta manera, en 1977; Rebeca Chávez estrenó el 24 de marzo, en la capital cubana, su película Ciudad en rojo.
La primera se adentra en la relación amorosa entre un hombre y una mujer de extracciones sociales diferentes. La segunda, inspirada en la novela Bertillón 166, del cubano José Soler Puig, se inscribe en el cine épico y se ubica en la lucha clandestina de la pasada década del cincuenta, en la oriental ciudad de Santiago de Cuba.
El debate resurge entonces con el estreno de Chávez y un ciclo de conferencias programadas con motivo de los 50 años del ICAIC, en el cual no faltaron estas preguntas, al día siguiente de la premier cinematográfica: ¿hay en Cuba un cine femenino o hecho por mujeres? ¿Qué lo distingue del que hacen los hombres? ¿Y un cine feminista? ¿Por qué tan pocas mujeres han llegado a la dirección en la industria cinematográfica?
Poco antes de estrenar su filme, Chávez afirmaba en entrevista al diario Juventud Rebelde que hacer cine, "para una mujer es más difícil", en referencia no solo a las carencias y problemas cotidianos de la industria en la isla, que deben sortear hombres y mujeres, sino a que no faltan chistes o desconfianzas acerca de que ellas puedan terminar una obra de ese tipo.
Sin embargo, la propia directora es partidaria de no establecer diferencias a partir del sexo. "Siempre he dicho que quiero que la película se reconozca porque estuvo bien, porque funcionó, porque es buena para alguien, más allá de que la hizo una mujer".
Similares opiniones se escuchan de otras realizadoras. "La mayoría no se reconoce como parte de una tendencia feminista, ni cree estar haciendo un cine ’diferente’ al de los hombres", comenta Danae C. Diéguez, profesora de la Facultad de Medios Audiovisuales del Instituto Superior de Arte (ISA), quien ha investigado el tema, dentro y fuera de la industria.
Entre los temas frecuentes que ellas tratan —la mayoría en documentales o cortos de ficción—, la especialista identifica las contradicciones en que se mueven sus vidas, entre el espacio público y el privado; sus existencias cotidianas, la sexualidad, las angustias relativas a sus vivencias y búsquedas personales, la sobrecarga doméstica, la emigración y, en particular, un modo diferente de representar la épica.
"Las mujeres no aparecen como las cuidadoras, en un segundo plano, detrás de los grandes héroes, sino como seres activos, interesantes, como sujetos históricos que dejan de estar invisibilizados para situarse en primer plano", acota Diéguez sobre el último tema.
Especialistas reconocen la apertura que significó la entrada de las estudiantes a la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, en La Habana, para formarse, incluso, como directoras de fotografía.
También que el desarrollo actual de la tecnología y la digitalización han dado paso a la democratización del cine y abierto la entrada a mayor número de mujeres, en un momento en que la industria se ha visto deprimida por falta de recursos,luego de la crisis iniciada en la pasada década del noventa.
"Cuando la mujer descubre esa tecnología y accede a ella con más facilidad, entonces las cámaras, en sus manos, se convierten en un instrumento interrogador sobre ellas mismas".
La estudiosa asegura que este fenómeno ocurre en el mundo, no solo en Cuba, pues hay una emigración hacia el video de aquellas que no pudieron hacer sus obras en celuloide.
Esa tendencia a representarse a sí mismas, a sus cuerpos y sus historias personales, muy recurrente en la creación audiovisual actual, es lo que Diéguez denomina "contracine" o "contranarración", que supone, también, un cambio respecto a la mirada masculina. "Eso marca al cine joven hecho por mujeres".
"El cine del ICAIC ha tenido un grupo de realizadoras de documentales, fundamentalmente, pero a la par hay otro grupo de mujeres que ha hecho y continúa una obra en otros espacios", precisa Diéguez. Entre otras, se incluyen en la lista, en distintas épocas, Belkis Vega, Teresita Ordoqui, Lizette Vila, Patricia Ramos, Magda González Grau, Adriana F. Castellanos, Hilda Elena Vega, Milena Almira, Lianed Marcoleta y Yanelbis González.
La violencia, la amputación del cuerpo femenino en tanto metáfora de la doble y tercera jornadas, la sexualidad, el sida, la emigración, entre otros, son temáticas que habían estado ocultas y ellas empiezan a tratar, muchas veces con cierto desenfado.
"A mí me cuesta mucho separar el tema del cine de los hombres y el cine de las mujeres", confesó, durante los debates, Lola Calviño, directora de la Cinemateca de Cuba y quien estuvo, durante varios años, al frente de la escuela de cine.
En cuanto al acceso y las oportunidades para dirigir, sostiene que las mujeres han tenido todas las posibilidades para crear en el ICAIC, pero "hay un problema social que va más allá de la estructura de la institución", asegura, en alusión al desarrollo de la sociedad, los espacios conquistados por las mujeres y los roles que todavía deben cumplir en el hogar y las responsabilidades domésticas.
Más allá de la experiencia de cada una para lograr o no hacer su obra, para Diéguez la causa radica en "la inequidad y el machismo menos abierto, más sutil, con el que todavía vivimos".
Además, el cine es "un mundo mayoritariamente masculino, no solo en Cuba", por lo que ellas "han tenido la desventaja de llegar tarde como sujetos activos", asegura.
Es por ello que Diéguez aboga por la "discriminación positiva" que, desde las políticas públicas y culturales, brinde acceso —intencionalmente— a las que no han tenido las mismas posibilidades para acceder a las oportunidades y el conocimiento.
Mientras, tenaz en sus proyectos, Marilyn Solaya se p regunta cuán lejos estará ese día en que pueda filmar, con todas las de la ley, el guión con el que anda bajo el brazo.
Graduada del ISA, ha hecho asistencia de dirección, de producción, casting y actuación, además de los documentales Hasta que la muerte nos separe (2001) y Mírame, mi amor (2002).
Una propuesta suya fue escogida como guión finalista en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana y, recientemente, obtuvo un premio en el Taller Internacional "DreamAgo: De la pluma a la película", en Suiza, con su historia Vestido de Novia.
Con 38 años de edad, se ubica a sí misma como parte del "eslabón perdido", que no pertenece a las viejas ni a las más nuevas realizadoras, pero no renuncia al sueño de filmar su propia película.
"Cuando ves la trayectoria de directores consagrados, con un número considerable de películas, unas mejores que otras, y luego aprecias la escasa obra de las mujeres, piensas que ellas han tenido menos posibilidades de probarse, de experimentar", considera.
Foto: SEMlac. Sara Gómez, cineasta cubana.
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