Colombia. Las mujeres que viven bajo el miedo y silencio

26 de octubre de 2017.

Por Redacción

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“La mayoría de mujeres sufren violencia doméstica, a la única que creo que no le pegan es a Rosa, pero su condición económica tan precaria, eso también es violencia y ni hablar de María, ella no sabe ni leer ni escribir, los gritos, los insultos y burlas son del diario vivir...”


Colombia, 26 oct. 17. AmecoPress/RL.- Luego de recorrer un largo tramo, tres horas por un camino de herradura, nos adentramos a la vereda y allí encontramos la escuela, grande, limpia y acogedora y en ella un grupo de mujeres reunidas alrededor del fogón, nos preparaban el sancocho. Era una oportunidad de juntarnos a hablar y de compartir junto a los hijos, la profesora y las visitantes.

Cinco niños que jugaban balón, una profesora vigilante, y nosotras disfrutando del bello paisaje. ¿Se debe vivir sabroso en estos parajes Profe? Sin problemas, con tranquilidad y sin contaminación. La profe Lucy con aspecto amable y juvenil nos responde con una sonrisa, -yo sí, porque me gusta este estilo de vida, pero me aflige ver a las mujeres tristes y violentadas-, con una expresión de aflicción y angustia nos cuenta – María tiene 3 hijos, dos niños y una niña, los dos niños tienen problema de lenguaje y la niña por lo pequeña aún no se sabe-.

Teresa –ella tiene una niña muy juiciosa, ordenada e inteligente. Es una madre joven-. La maestra nos muestra los cuadernos de sus alumnos, orgullosa y comprometida con su labor. Ella continúa en su relato- Rosa tiene dos niñas, la más grande el próximo año tendrá que irse a vivir a otro lugar para poder asistir al colegio, viven una situación económica muy difícil, el esposo casi no puede trabajar por su enfermedad-. Aparece un señor con un sombrero grande y un bordón, cojeando. De la esquina de la escuela al fogón tardó unos cuantos minutos, la artritis casi no lo dejaba caminar. La maestra replica, – el futuro de la niña es incierto, tendrán que sopesar el estudio de la niña o la única fuente de conseguir algo de comida, la finca-.

Luego nos reunimos alrededor del fogón. Claudina, grita, ¡el sancho estuvo!, vamos a comer, que es mejor conversar al lado de la comida así nos alimenta y nos fluyen los pensamientos.

Teresa recoge su plato y se acomoda en el piso al lado nuestro. –Ayúdenme estoy aburrida de recibir tanta paliza y golpes, un día de estos mi marido me va a matar. Hoy lo invité y no quiso venir, segurito se fue para la carretera y llegará borracho, no importa, borracho es cuando se porta mejor. Nos llama la atención porque Teresa es una mujer muy joven, ¿a qué edad se casó?, – a los trece años, desde entonces he tenido que soportar los golpes de mi marido, me ha golpeado tan duro que me ha dejado privada en dos oportunidades, y en otra oportunidad me quería matar con un cuchillo. Me siento triste. Mi hija tiene que ver todo lo que sucede-.

Doña Claudina se nos une a la conversa, -en esta vereda la mayoría de mujeres sufren violencia doméstica, a la única que creo que no le pegan es a Rosa, pero su condición económica tan precaria, eso también es violencia y ni hablar de María, ella no sabe ni leer ni escribir, los gritos, los insultos y burlas son del diario vivir. Ya hasta se debió acostumbrar.

Después de disfrutar el rico sancocho, se abrió un espacio para conversar entre mujeres, un poco tímidas nos cuentan los problemas que tienen que afrontar a diario, -Por acá no tenemos acceso a la salud, mi hijo tiene cita médica con el especialista y hace tres meses me dieron la orden, pero aún no me la han autorizado, dice María. Anonadadas ante los relatos de las mujeres y el día terminando, solo nos queda agendar una nueva visita, que sea en las casa, sugiere Teresa, las mujeres debemos escucharnos y juntarnos y que mejor que con un buen tinto al lado del fogón.

De regreso a casa, bajo la oscura noche nos retumbaba en la mente y discutíamos la vigencia de las palabras del mensaje a las mujeres de Camilo Torres Restrepo, “Dentro de la clase popular la mujer tiene muchos deberes de tipo material y casi ningún derecho espiritual. El más alto grado de analfabetismo lo tienen las mujeres de la clase popular. Tienen que trabajar duramente en las ocultas, pero en ocasiones muy duras labores del hogar y de las industrias menores (huertas, cerdos, gallinas, perros, etc.), sin consideración a las incomodidades y responsabilidades de la maternidad”.

A las 10 de la noche ya en casa un poco cansadas y con la maleta lista para madrugar a viajar y participar en las jornadas de indignación, entendimos que a pesar de nuestra condición de mujeres proletarias, contamos con una posición más favorable que muchas de nuestra coterráneas. Y de ahí nuestro compromiso y responsabilidad de darle voz a todas aquellas mujeres que viven bajo el miedo y el silencio.

Foto: Resumen Latinoamericano.

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Internacional – Mujeres del Mundo – Violencia de género – Pobreza y género – Derechos Humanos. 26 oct. 17. AmecoPress.

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