Roberta Marrero: Ni hombre ni mujer, nací bebé
Madrid, 20 feb. 17. AmecoPress.- Un caluroso día de julio, tras una sobremesa de cañas, croquetas y pincho de tortilla, llegué paseando hasta el escaparate de La Fiambrera, sala de exposiciones en el número 7 de la Calle Pez de Madrid. En la primera planta tenían una exposición con obras de Roberta Marrero, cuadros de collages con mezcla de imágenes en fotografías, dibujos, frases escritas, composiciones de una diferente estética punk, con personajes icónicos protagonistas, como David Bowie, Andy Warhol, Divine, Doctor Spock, Dorothy, John Waters, Amy Winehouse, Joey Ramone o Marlene Dietrich, crítica, humorística y valientemente reinterpretados. Me tomé tiempo para disfrutar cada obra, para apreciar sus múltiples detalles e inteligentes mensajes en castellano e inglés, para leerlos en distinto orden y en todas las posibles perspectivas, formando cada cuadro o collage, una obra completa, diferente y envolvente en un mundo absolutamente personal y transgresor.
La Fiambrera es la galería de Roberta Marrero, y sus obras se pueden comprar en la propia galería (calle Pez 7 de Madrid) y online: www.fiambrera.net
Durante meses he conservado el folleto informativo de la exposición donde muestra una serie de retratos fascinantes.
No quería olvidar el nombre de esta artista, que inicialmente no asocié a la publicación El bebé verde, en noviembre de 2016. Cuando vi la imagen de portada recordé, asocié y busqué de inmediato entre mis libros el folleto de la exposición.
Efectivamente era la misma artista, que en esta novela gráfica, su segunda publicación (la primera, Dictadores, de 2015) además de dibujar, escribe los textos y nos habla de sí misma en un relato que comienza con el día de su nacimiento.
Roberta al nacer tragó líquido intrauterino que le da la apariencia de bebé verde, además de obligarle a pasar unos días en la incubadora. No nací ni hombre ni mujer, nací bebé. Necesito tiempo para saber quien soy…
En esta primera parte la autora nos presenta a su familia, su madre, su tía María, su hermana Fidelina, su hermano Fran y Quico, su padre. Nos relata la historia de su tía Nina la sepulturera, casada con Orencio, que da sentido a su afición por las cosas siniestras, como los personajes de las películas de miedo o los programas televisivos de Jiménez del Oso.
Una primera infancia feliz, aprendiendo muy rápido a leer y escribir, dibujando superheroínas, hasta el cambio al colegio de chicos y chicas grandes, donde Roberta sufre agresiones y humillaciones por el resto de sus compañeros y compañeras. El insulto ¡Maricón! lo oye y sufre no sólo en la escuela, sino también en una ocasión por parte de su madre, de la que siente que no la entiende jamás. En realidad no era maricón, no era ni siquiera un niño, era una niña…
A los once años descubre a Boy George en una entrevista en televisión. A partir de ese momento descubre la posibilidad de la transgresión de género, en este personaje que le abre puertas al inicio de la construcción de su propia identidad. No tiene conocimiento suficiente sobre lo que le pasa y que con el tiempo identifica y describe como disforia de género, a través de sus pensamientos, sentimientos y dibujos.
Durante la adolescencia se empapa de la música y estética Pop, del Punk, de los y las New Romantics, de Patti Smith, Bowie, Sioxsie & The Banshees, Andy Warhol, Annie Lennox, de revistas musicales extranjera como la alemana Bravo ó películas como Jubilee.
También reflexiona sobre la tiranía del amor romántico heterosexual, homosexual y transexual, del patriarcado, sobre el feminismo, homofobia, la paternidad y maternidad responsables, sus expectativas de futuro y la corta esperanza de vida de las mujeres trans.
Nos cuenta su pérdida de la inocencia cuando de niña descubre que todos y todas morimos. Narra la historia de Susi, la chica del puente, una mujer transexual que se suicida y es enterrada con identidad de hombre, por no ser aceptada como mujer por su familia, la sociedad ni por la iglesia en el funeral.
Roberta nos cuenta la despedida a su madre, viéndose obligada, en contra de su voluntad y a petición de su hermano y padre, a cortarse su apreciada melena, para que ésta le viera por última vez como un chico.
Nos muestra la anatomía de su corazón en una preciosa ilustración sobre fondo rosa, la anatomía del tuyo y a Marlene Dietrich, a la que dibuja con sombrero y frac, agradeciéndole la elegancia en su transitar entre lo masculino y femenino.
También muestra e ilustra los ojos del corazón, colmados de justicia, esperanza, valor y verdad, como los de su prima Nini, que le ayudó en su proceso de transformación como mujer. Describe la transexualidad como un viaje interior hacia tu identidad, lleno de la satisfacción de ser uno o una misma, pero corriendo el riesgo de la agresión por intolerancia y rechazo social.
Recuerda a Sylvia Rivera, mujer trans latina, que participó en las revueltas de Stonewall, a los y las defensoras de derechos humanos LGBTI y lanza un mensaje de esperanza a todas las personas trans con un We can do it! (¡Nosotras y nosotros podemos!)
Esta novela gráfica no es específica para niños y niñas, pero si es referente para identificar el acoso escolar, para orientar a adolescentes, así como un ejemplo de fortaleza y coherencia sin límite de edad. Roberta Marrero hace un ejercicio de sinceridad y creatividad para regalarnos su historia, sentimientos y reflexiones en esta completa van apareciendo en su transcurso. Cultura y construcción de una identidad desde dentro y en relación a la riqueza de referentes culturales de nuestra historia reciente junto a otros igualmente icónicos y atemporales. Les invito a que la lean, compartan y disfruten, incluso en repetidas ocasiones para saborear todos sus matices.
Foto: Archivo AmecoPress.
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Opinión – Sociedad – Cultura – Libros – Sexualidades – Transexualidad. 20 feb. 17. AmecoPress.