La familia, escuela de homofobia

Madrid, 28 abr. 16. AmecoPress/Bez .- Sentarse en un banco para comer es una acción habitual para muchas personas. La falta de tiempo y la celeridad de la vida madrileña pueden implicar tener que recurrir a cualquier sitio para poder tomar el almuerzo. No obstante, este hecho aparentemente normal, puede convertirse en un motivo de agresión injustificada

Esto es lo que le sucedió a V.T., un chico gay de 27 años que se encontraba comiendo en una boca del Metro de la capital cuando un vigilante le pidió que se marchara y, en vista de su negativa, le insultó. “Llevas las uñas y los ojos pintados, eres un maricón, por qué no me chupas la polla”, pronunció el vigilante ante la indiferencia del ciudadano. La agresión verbal no sé quedó ahí, sino que junto con su compañero optaron por reducirle en el suelo e insultarle por su orientación sexual. Tal fue el incidente que la Policía Nacional se vio obligada a acudir al lugar, donde animaron a la víctima a denunciar los hechos. Y eso hizo. Gracias las denuncias, hoy las agresiones toman notoriedad. En lo que va de 2016 han sido denunciadas 57, es decir, una cada dos días.

La cultura del miedo y la soledad a las que se ven sometidas las personas LGTB son determinantes a la hora de denunciar una agresión

La asociación COGAM (Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid) ha publicado su última informe sobre agresiones LGTBI-fóbicas, en este caso focalizado en la violencia en las aulas y el ciberacoso. Este estudio, realizado entre más de 5.600 escolares, denuncia la “cultura del miedo” y la “soledad” a la que se somete el alumnado LGTBI ante estas situaciones.

“La cultura del miedo está institucionalizada y este ambiente lleva a mantener en secreto la orientación de los menores por miedo a ser el blanco de agresiones”, denuncia la asociación. Según sus cifras, un 60% del alumnado de toda orientación sexual afirma haber sido testigo de insultos homófobos y un 7% de agresiones físicas. En el caso de alumnos LGTBI, uno de cada 100 ha sido víctima de violencia física por su condición sexual y tres de cada 100 ha sido insultado.

Muchos de los agredidos tienden a no denunciar por miedo. Así lo expresaba Rubén Lodi, miembro de la comisión ejecutiva de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), en la presentación del Observatorio Madrileño contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia, al señalar que está tan normalizada la violencia contra el colectivo LGTBI que el silencio es un algo recurrente entre las víctimas. Entre los casos expuestos, también se denunció cómo una pareja de chicas fueron agredidas verbalmente en el Metro por el vigilante del servicio público, y, en vez de denunciarlo, creyeron que esa agresión estaba justificada.

Lo que ha normalizado este tipo de acciones, según Rubén Lodi, es la cultura conservadora heredada. “No es normal que te llamen ‘maricón”, repitió en varias ocasiones. Y aludió a la necesidad de que padres y profesores sirvan de ejemplo educador para los más pequeños.

El 66% de los agresores proceden de hogares que no aceptarían a menores LGTBI o que no están seguros de ello

Según COGAM, el 66% de los agresores proceden de hogares que no aceptarían a menores LGTBI o que no están seguros de ello. La familia es un elemento nuclear para educar a las nuevas generaciones hacia la tolerancia sexual. Sin embargo, estas cifras explican el consecuente silencio de más de la mitad de los jóvenes LGTBI. En concreto, un 58% considera que si revelase su orientación a sus padres, dudosamente recibiría un total apoyo por su parte.

Pero, ¿que sucede en las aulas? ¿Los estudiantes heterosexuales aceptan la orientación sexual de sus compañeros? ¿Existe una evolución hacia la tolerancia en las nuevas generaciones? Las cifras que baraja la asociación son optimistas y subrayan un ascenso de la aceptación en un 18%. Aun así, COGAM subraya: “Puede verse el vaso medio lleno o medio vacío”.

El 52% de los estudiantes homosexuales consideran que reciben un trato discriminatorio

Si bien es cierto que el 48% del alumnado LGTBI considera que se les trata igual que a sus compañeros heterosexuales, hace dos años sólo lo pensaba un 30% del total. Es decir, que visto desde el otro punto de vista, el 52% de los estudiantes homosexuales creen que tienen un trato discriminatorio por su condición.

Estas cifras varían notablemente cuando se trata de personas transexuales. Según las encuestas realizadas, el 30% del alumnado de secundaria piensa que se les acepta totalmente. Lo que significa que siete de cada diez entienden que existe una relación de desigualdad.

No obstante, por cada 2.000 alumnos de secundaria en la Comunidad de Madrid encontraríamos a tres menores que no sienten su género como tal. Además, se estima que el 60% de los centros tienen un alumno transexual. Ante tales cifras, COGAM demanda “una mayor implicación de la comunidad educativa” para erradicar estas desigualdades y acabar con la denominada como “cultura del miedo”. Asimismo, desde la asociación subrayan la necesidad de una mayor implicación familiar y un apoyo institucional que vigile una realidad que rodea a todos.

Programa LGTBI de la Comunidad de Madrid

Creado en 2002 y con actuaciones de carácter formativo, informativo de asesoramiento y sensibilización, este programa de la Comunidad de Madrid busca concienciar y normalizar la realidad de millones de personas en todo el mundo. Para ello, cuentan con un equipo de psicólogos, sexólogos y juristas, entre otros, a los que consultar todo tipo de dudas relacionadas con la vivencia de la diversidad sexual y las consecuencias de la LGTBIfobia, es decir, la actitud negativa hacia las personas LGTBI. Este organismo es esencial en la atención y asesoramiento por agresiones al colectivo LGTBI, ya que antes de su creación no existían cifras oficiales de las mismas. Es, en definitiva, un paso adelante ante la impunidad y la denuncia por este tipo de actos, un paso adelante en su radicación definitiva.

Foto: VP. Archivo AmecoPress.

Estado Español – Sexualidades – Homofobia. 28 abr. 16. AmecoPress.